En la edición de La Prensa del 9 de julio de 2008 pude leer dos escritos que son preocupantes para quienes les importa la calidad ambiental de nuestro país, ambos relacionados al reemplazo de focos incandescentes por fluorescentes. El primero es un anuncio pagado por el Gobierno Nacional, de una plana entera, instando a la población a cambiarse al ‘foco ahorrador’. El segundo es un artículo ("Panameños aún no cuentan con una cultura del ahorro") que afirma que el Gobierno está planeando distribuir 6 millones de focos fluorescentes a la ciudadanía.
Si bien el fin de estas medidas es justificable – bajar el consumo de electricidad en Panamá – parecen haber pasado por alto el hecho que los focos fluorescentes funcionan a base de mercurio (Hg), un metal altamente tóxico que afecta seriamente el sistema nervioso central, los riñones y el hígado. Considero como un grave descuido que el Gobierno Nacional fomente el uso de esta tecnología sin acompañarla de (1) un plan de recolección (y reciclaje) de los focos usados, y de (2) procedimientos claros a seguir en caso que se rompa uno de los mismos en el hogar.
El procedimiento para lidiar con la rotura de un foco fluorescente en el hogar y evitar la ingesta del tóxico es sumamente tedioso. Pero aún asumiendo que dichos accidentes ocurran muy poco, millones de focos fluorescentes eventualmente irán a parar a los vertederos municipales e informales, y de ahí lo más probable es que todo ese mercurio pase a contaminar nuestras fuentes de agua. Según cifras extrapoladas de un estudio de la Universidad de Stanford, el mercurio contenido en un solo foco fluorescente promedio (5 mg.) es suficiente para contaminar 6000 galones de agua por encima del nivel considerado como aceptable para el consumo humano.
Debemos preguntarnos si los beneficios de estas medidas implementadas a medias realmente sobrepasarán sus costos sociales. En Panamá, donde más de la mitad de la electricidad es generada por fuentes hidroeléctricas que – si bien suelen afectar a los ecosistemas aledaños negativamente, su buen manejo puede de hecho protegerlos –, constituyen una fuente de energía limpia y renovable, ¿qué necesidad tenemos de contaminar nuestro medio ambiente – más de lo que está – con un metal ampliamente reconocido como tóxico?
El agua y la diversidad biológica de Panamá constituyen su mayor riqueza. Ya es hora de que comencemos a actuar como si lo supiéramos.